Milton Omena Farias nació en el año de 1946 en la ciudad de Maceió del estado Alagoas, en Brasil. Desde niño comenzó a ‘amasar’ un sueño donde se veía a sí mismo a bordo de un potente ‘caballo de metal’ de alto cilindraje rodando por las carreteras del mundo.
Durante el transcurso de su vida siempre estuvieron presentes las motocicletas y el asfalto, por las que cosechó un cariño entrañable y una pasión que hoy a sus 66 años de edad disfruta al máximo y sin restricciones.

Omena Farias trabajó durante 40 años en la Policía Federal de Brasil, institución a la que le debe su actual estilo de vida ya que no fue hasta hace 10 años, cuando consiguió su pensión que pudo darle forma a su sueño.

En ese momento se tiró a la carretera y abrió sus sentidos a la aventura. Sin pensarlo dos veces empacó maletas y se fue a Europa una temporada con el firme propósito de recorrerla de cabo a rabo.

Primero alquiló una BMW 1.200 en Austria, y estuvo desafiando los vientos y el asfalto de la emperifollada y experimentada Europa. Pasó por Francia, Italia, Portugal, España; se alimentó de la historia del viejo imperio Romano, en Grecia bebió y comió en las ruinas de la cuna de la civilización occidental y se emocionó con el sabor de sus mitos.

También sintió el poderío de la salvaje África y entre leyendas rodó de Norte a Sur, e hizo suya esa parte del mundo montado sobre un brioso caballo máquina poderosa.

Nosotros nacemos, nacemos para ser salvajes, podemos escalar tan alto. Yo no quiero morir nunca, nacido para ser salvaje… Traquea de fondo la insigne canción de Steppenwolf, el himno de los motoristas respetables.

El pasado 15 de octubre encontramos a este particular aventurero recorriendo las calles de nuestra Barranquilla de arroyos, cumbia, salsa y sabor tropical, montado en su BMW 650 GS de color rojo con pintas negras que ondea como orgullosa una bandera de los indiscutidos pentacampeones do mundo.

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Omena partió hace exactamente 9 meses de su natal Maceió a bordo de su potente máquina, que le costó 17 mil dólares, equipado con su ropa de viaje, los elementos de carretera, visa americana, papeles en regla, dinero plástico y el alma y la mente abierta, con la firme intención de recorrer las carreteras de nuestra América, a veces mágica, cruel e insólita en busca de los placeres secretos que le deparaba la carretera.

Primero recorrió ese Brasil inmenso acelerando por los caminos de Manaos, pasando por la Amazonía y continuando su travesía redescubriéndose a si mismo y a sus raíces entre carreteras inhóspitas y salvajes paisajes que lo apabullaron con su belleza.

En Bolivia, lo hastiaron los Policías que cada 20 kilómetros le daban una pequeña ‘mordida’ a su economía. Allí mismo quedó encantando con los maravillosos paisajes y las enormes reservas de sal que cobijan largas extensiones de tierra.

En la Patagonia Argentina se encontró con carreteras donde abundaban las piedras y un viento duro furioso que le calaba el alma y le rejuvenecía los pliegues de su piel. Su paladar quedó prendando del ceviche que preparan en Perú, y entre piscos y cervezas siguió su periplo de ensueño por las transitadas arterias de nuestra América.

“Para mí todo esto se trata del placer de estar en la carretera, de conocer personas, hablar con ellas, conocer una cultura diferente, comer la comida típica, beber sus bebidas; esto es incomparable, es fantástico. Lo que yo busco en la carretera es la paz y la libertad que ella te regala”, aseguró el aventurero.

A Colombia ingresó por Ipiales, después Pasto, Cali, Bogotá, Medellín, Cartagena, donde conoció otro aventurero motociclista que lo trajo a conocer Barranquilla. Aquí se quedó encantado con el ambiente, la comida y la frescura de su gente.

Farias se considera un sobreviviente, una especie de soñador que anda en busca de una extraña iluminación que solo le entregan la carretera, con todo y su frío, su sol, su lluvia y su paz. En la escuela de la vida ha aprendido varios idiomas, español, francés, inglés, italiano, los cuales lo sacan de apuros cuando está rodando.

De Canadá recuerda los fantásticos paisajes del Este y lo costosa que son allí las cosas esenciales. De Ecuador trajo la impresión de que es el país más económico que ha visitado.

Las fronteras le resultaron, quizás, lo más incómodo de la aventura: horas de espera, papeleos y requisas que lo traen de vuelta al mundo real y lo alejan de esa maravillosa sensación que brindan la velocidad y los kilómetros recorridos al lado de su compañera inseparable que es la música.

“Mi casco tiene un dispositivo que me permite ir escuchando música, tiene GPS, además un teléfono celular y puedo recibir llamadas y contestar tranquilamente”, dijo refiriéndose a que todo su equipo cuenta con varios avances tecnológicos y dispositivos de última generación que le permiten estar interconectado con los suyos esté donde esté.

Agregó que “la moto tiene una cámara al frente, otra atrás, tiene GPS, un dispositivo de localización que se llama Spot que envía una señal a la Policía y a mi familia, por eso saben dónde estoy cada 10 minutos. Tengo un iPad, un netbook, una máquina fotográfica y así viajo seguro con todos los repuestos”, afirmó.

Entre canciones de la banda irlandesa U2, este sujeto delgado de mirada un tanto perdida, greñas largas y bigote ‘pintado’ de blanco se permite el lujo de hacer lo que más le gusta sin sentir remordimiento alguno por aquellos que, presos del trabajo y de las horas del reloj, todavía van pidiendo plazos a la vida para ir tras sus sueños.

Con su esposa esperando en casa, una hija ya criada, unos nietos que se goza cuando está en presente, este jubilado da gracias a sus esfuerzos de 40 años de trabajo que hoy le permiten estar en las carreteras del mundo.

Su destino ahora es el retorno a casa, tomará la vía La Guajira para entrar por Maracaibo, luego Caracas, Puerto Ordaz, finalmente buscará entrar a su tierra por el norte de Brasil, pasando por las tres Guyanas, de ahí sigue el camino hasta el hogar.

Farias se aleja como montado en un ‘rocinante de metal’ y como un ‘Quijote’ futurista, se marcha tomando los senderos solitarios donde seguramente hallará sus personales e íntimos molinos de viento.

Deja correr tu motor adelante en la carretera en busca de aventura y como sea que sea nuestra manera. Sí, querida, podés hacer que eso ocurra…

(Steppenwolf)

Por Carlos Polo